La costumbre, que ha implantado un poco la publicidad de dar nombres con cierto “aroma de glamour”, ha hecho que nos olvidemos de unos términos para adoptar otros que pueden llevar a engaños y olvidar su verdadero significado.
Aunque parezca que se ha olvidado, el fotoprotector es una crema capaz de dar respuesta las necesidades de la piel. No está pensado para estar más tiempo bajo el sol ni para broncear la piel. Su función, por encima de todo, es la de proteger la piel de los efectos nocivos del sol.
Caso distinto es el del bronceador. Se trata de un cosmético que ha sido formulado para intensificar lo que se conoce como “moreno”. Las personas que recurren a este producto no van buscando protección contra el sol, busca básicamente mejorar el color de su piel.
El consejo más sabio es que vayas a tu farmacia te confianza para que te aconsejen. De esta manera podrás disminuir el riesgo, porque no olvidemos que lo que se conoce como “tomar el sol” al fin y al cabo implica un alto riesgo, y más si se aplican productos que pueden potenciar los efectos del sol.
A la hora de valorar un protector solar o fotoprotector es importante que tengamos en cuenta estos factores básicos:
– Substantividad: la capacidad que tiene para fijarse a la piel y aportar una protección duradera. Es importante que tenga una buena resistencia al roce, como la ropa o la toalla.
– Remanencia: la capacidad de un fotorpotector de mantener sus cualidades a lo largo del tiempo.
– Resistencia al agua: es importante que después de que se produzca un baño, sea más o menos largo, el fotoprotector siga manteniendo al menos el 70% del valor de su factor de protección solar sobre la piel seca.
– Tolerabilidad: que no tenga efectos secundarios.
– Fotoestabilidad: que la estructura química del filtro no se degrade por la radiación solar.
– Cosmeticidad: capacidad de un producto para aplicarse con facilidad.
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